La historia de un medio de comunicación, expresión, una disciplina, espectáculo, fuente de trabajo, industria millonaria y un suceso que cambió para siempre la historia de la humanidad
Aparición del cine: el cinematógrafo
Antes de que el suceso cinematográfico existiera hubo antecedentes como la cámara oscura o la linterna mágica. Los inventores del daguerrotipo y la fotografía ya habían conseguido captar la realidad utilizando la luz a mediados del siglo XIX. Thomas Alva Edison estuvo cerca con el kinetoscopio.
Inspirándose en éste e integrando el rollo de fotos de Eastman, los hermanos Lumière, crearon el cinematógrafo: un dispositivo que permitía la toma, proyección y copiado de imágenes en movimiento.
Inicialmente se creyó la teoría de que percibimos movimiento a partir de una sucesión de fotografías que se alojan en nuestra retina, sin embargo, Miguel Ángel Martín Pascual demostró que el movimiento aparente no sucede en el ojo sino en un proceso entre la percepción visual directa, la memoria y la capacidad de interpretación de la imagen.
Primera proyección cinematográfica
La primera presentación fue el 28 de diciembre de 1895, en París, y consistió en una serie de imágenes documentales, de las cuales se recuerdan aquella en la que aparecen los trabajadores de una fábrica, y la de un tren (en la estación de La Ciotat).
Escogieron el Salón Indio del Gran Café del Boulevard, un pequeño café; según ellos, si el público era poco y la proyección un fracaso, pasaría desapercibida. Sin embargo, fue un éxito y marcó el nacimiento del cine como se conoce hoy en día. Esa noche por solo un franco, cualquier persona pudo asistir a la primera proyección cinematográfica de la historia.
Reacción del público
Antes de encontrar la sala del Salón Indio del Gran Café del Boulevard fueron rechazados por varias salas que no confiaban en el invento. Así pues, se realizó una primera sesión reservada para invitados especiales, a la cual, ningún periodista asistió. Al día siguiente, nadie habló del nuevo invento en los periódicos.
Esa misma noche se abrió la sala al público; tenía capacidad para cien espectadores pero únicamente entraron treinta y cinco; esperaban encontrar luces de feria, sin embargo, al encenderse el proyector, el público quedó asombrado: las paredes parecieron cobrar vida y las imágenes empezaron a moverse. El público quedó totalmente impresionado.
Así corrió la voz sobre el espectáculo nunca visto. El segundo día se llenó la sala, los días siguientes se podía ver una fila de asistentes. Aumentó el número de proyecciones a más de diez por día. La gente luchaba por entrar al espectáculo, tanto, que los Lumière acabaron vendiendo hasta 2500 boletos por día.
Éxito y continuidad
El cinematógrafo tuvo un éxito tan grande que varias personas se interesaron por él. El museo Grévin y las Folies Bergères, dos salas que los habían rechazado para la primera proyección, ofrecieron veinte mil francos uno y más de cincuenta mil el otro para comprarlo.
George Méliès, uno de los primeros espectadores del 28 de diciembre de 1895, se convertiría en el pionero de los efectos especiales en el cine, también se ofreció a pagar más de diez mil francos. Se dice que los hermanos Lumière no aceptaron, convencidos de que su invento no tenía futuro.
Aprovechando el éxito se abrió una sala de mayores dimensiones para seguir con sus proyecciones. El éxito alcanzó América que hasta ahora, solo conocía el Quinetoscopio de Edison. El cinematógrafo en seguida lo superó y conquistó al público americano.
Un año más tarde los Lumière ya habían realizado más de 500 películas con tanto éxito como las primeras. Filmaron “Llegada de un tren a la estación”, película que asustaría al público. Se cuenta que parte de los asistentes salieron aterrorizados de su asiento al ver una locomotora que parecía salir de la pantalla, acercándose hacia ellos.
Un evento lamentable pudo haber cambiado la historia, el 4 de mayo de 1897, en una sala cinematográfica, se produjo un incendio en el Bazar de la Charité. Ante eso, los Lumière crearon un sistema de enfriamiento para evitar que se calentara la película.
El cinematógrafo siguió triunfando y tendría un gran éxito en la exposición universal de París en 1900 en la que se realizaron proyecciones para 80,000 personas simultáneamente.
Las primeras filmaciones eran de tipo documental. Tiempo después los Lumière crearon el primer film argumental de la historia, “El regador regado”.
George Méliès, un ilusionista que en principio usó el cinematógrafo como un elemento para sus espectáculos, fue pionero en realizar historias y experimentar recursos narrativos visuales, creando rudimentarios efectos especiales.
Los primeros realizadores captaron las posibilidades y en la primera década del siglo XX surgieron los estudios fílmicos, tanto en Estados Unidos como en Europa. Los filmes eran de pocos minutos y trataban temas simples, debido a sus escenografías y vestuario eran baratos en cuanto a su producción. Además, las funciones se acompañaban con un piano y un relator.
En este tiempo surgieron casi todos los géneros cinematográficos; con excepción de la comedia musical, que debería esperar hasta la aparición del cine sonoro. También en la época se produjeron los primeros juicios en torno a los derechos de autor de las adaptaciones de novelas y obras teatrales al cine.
Así pues, había nacido el Séptimo Arte, un medio de comunicación, de expresión, una disciplina, espectáculo, fuente de trabajo, industria millonaria y un suceso que cambiaría para siempre la historia de la humanidad.
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