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¿Cómo desarrollar la resiliencia en los niños?

La resiliencia es la capacidad de los seres humanos de no solo mostrar un buen funcionamiento tras un trauma o una adversidad, sino incluso transformarse y desarrollar cualidades insospechadas.

La resiliencia es “la capacidad de los seres humanos de no solo mostrar un buen funcionamiento tras un trauma o una adversidad, sino incluso transformarse y desarrollar cualidades insospechadas”, explica el psicoterapeuta infantil José Luis Gonzalo Marrodán.


La clave fundamental para comprender la resiliencia es la capacidad de adaptación: la habilidad de ajustarse de manera positiva a circunstancias difíciles.


En el campo de la psicología, este concepto se inspira en la física, donde la resiliencia se define como la capacidad de un material, mecanismo o sistema para retornar a su estado original después de haber sido sometido a una perturbación. Sin embargo, en el ámbito terapéutico, se entiende que las personas resilientes no solo regresan a su estado previo, sino que además salen fortalecidas de las adversidades, crecen y continúan avanzando hacia el futuro.


Cuando se menciona la resiliencia en la infancia, se hace referencia a la capacidad de los niños para superar eventos traumáticos, como el abuso, en sus primeros años de vida y desarrollar aspectos positivos a raíz de esas experiencias.


A pesar de creerse durante mucho tiempo que la resiliencia era resultado de una disposición especial en algunas personas, diversos estudios han demostrado que en realidad es el producto de las interacciones entre el individuo, su entorno social, las condiciones de vida y el ambiente en el que se desenvuelve.


En su libro “Los buenos tratos a la infancia”, el terapeuta familiar Jorge Barudy, con experiencia en el estudio de la resiliencia y sobreviviente de la tortura durante el régimen de Pinochet, señala que existen dos tipos de resiliencia. La resiliencia primaria proviene de los cuidadores iniciales, quienes proporcionan una base segura para el crecimiento y desarrollo del niño. 


La resiliencia secundaria se refiere a la capacidad que se puede desarrollar más adelante en la vida, según Gonzalo Marrodán. El hecho de que un niño no reciba buenos tratos en sus primeros años no significa necesariamente que esté destinado a la patología o la inadaptación. Otras personas y diversas experiencias, como el deporte, el teatro o el cine, pueden ser recursos importantes para superar el dolor de traumas tempranos, como el abandono o el maltrato.


En el libro mencionado, Barudy y Maryorie Dantagnan hablan sobre un estudio realizado en 1980 que sentó las bases para la comprensión de la resiliencia. Este estudio mostró que, en entornos socioeconómicos similares y a menudo precarios, algunos niños tuvieron un crecimiento, desarrollo y rendimiento escolar mucho mejor que otros. Estos resultados se debían a las cualidades maternas, el afecto, la educación, la organización familiar y la gestión económica.


Es importante tener en cuenta que la resiliencia no es una habilidad fija que se adquiere de una vez por todas. Es un proceso que se va construyendo con el tiempo, como un relato de vida en evolución, según explican los especialistas Victoria Muñoz Garrido y Francisco de Pedro Sotelo. La resiliencia implica adoptar una perspectiva diferente sobre la realidad y es resultado de un proceso dinámico y evolutivo.

La exigencia del mundo actual

En un mundo en constante cambio, es esencial educar a nuestros hijos para que sean resilientes y capaces de afrontar los desafíos del siglo XXI.


Basándose en investigaciones y recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se identifican tres claves importantes para fomentar la resiliencia en la educación de los hijos en un mundo en constante cambio.


Fomentar la adaptabilidad y flexibilidad

En un mundo que cambia rápidamente, es fundamental educar a los hijos en habilidades de adaptabilidad y flexibilidad.


Según un informe de la OMS, se estima que el 60% de las competencias necesarias en los empleos del mañana aún no han sido definidas. Es esencial preparar a nuestras futuras generaciones para un entorno laboral en constante cambio.


Fomentar una actitud de crecimiento es primordial. Un estudio llevado a cabo por la Universidad de Stanford reveló que los estudiantes que adoptan una mentalidad de crecimiento ven los desafíos como oportunidades de aprendizaje y tienen más probabilidad de persistir ante la adversidad.


Aprender de los errores y encontrar soluciones creativas

Alentar a los hijos a explorar nuevos intereses, asumir responsabilidades y aprender de los fracasos les ayuda a desarrollar habilidades de adaptación y flexibilidad.


Fomentar la curiosidad, la capacidad de resolución de problemas y la apertura al cambio serán factores útiles para su vida.

Desarrollar la inteligencia emocional

La resiliencia no solo se trata de la capacidad de enfrentar cambios externos, sino también de manejar las emociones y los desafíos internos.


La Organización Mundial de la Salud advierte sobre el incremento de los problemas de salud mental en los jóvenes. En este contexto, desarrollar la inteligencia emocional adquiere mayor relevancia.


De acuerdo a un estudio realizado en la Universidad de Yale, los niños que poseen habilidades de inteligencia emocional experimentan un aumento del 11% en su rendimiento académico y están mejor equipados para afrontar los retos emocionales.


Los padres tienen la capacidad de enseñar a sus hijos a identificar y expresar emociones, practicar la empatía y manejar el estrés a través de métodos como la respiración consciente y la relajación.

 

La OMS indica que la depresión y la ansiedad son dos de las principales causas de enfermedad y discapacidad en jóvenes, es por eso que fomentar una mentalidad positiva y optimista puede ayudar a los hijos a enfrentar de manera más efectiva los desafíos y mejorar su bienestar. El optimismo se asocia con una mayor capacidad de recuperación y una mejor calidad de vida.


Los padres pueden demostrar una actitud positiva, enseñar a sus hijos a practicar la gratitud y fomentar una mentalidad de aprendizaje que se centre en el esfuerzo y el progreso, en lugar de los resultados.


Por lo tanto, en un mundo en constante cambio, la resiliencia es una habilidad crucial que los padres pueden colaborar en desarrollar en sus hijos.


“Enseñemos a nuestros hijos a ser como el bambú, flexible en medio de la tormenta, arraigado en sus valores y capaz de crecer y adaptarse a los cambios. Con una educación basada en la resiliencia, les estaremos brindando las herramientas necesarias para florecer en un mundo en constante transformación”.  

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