Muchos economistas han advertido sobre una "grandísima depresión" tras la pandemia.
Se ha comentado que la recesión golpeó la economía global en mal momento, pues ya se lidiaba con problemáticas financieras, políticas, económicas, sociales y ambientales, que se han visto agudizados por el impacto del covid-19.
Luego de la crisis financiera de 2007 a 2009, los desequilibrios en la economía global fueron exagerados por errores en las políticas. En lugar de concentrarse en los problemas estructurales que revelaron el colapso financiero y la recesión, los gobiernos ignoraron el asunto, lo cual creó riesgos de impacto negativo que hicieron inevitable otra crisis.
Consecuencias económicas de la crisis del Coronavirus
La reducción de la actividad obligó al cierre temporal de muchas empresas y el confinamiento de las personas causó la caída del consumo, traducido entre un 60 y 70% del PIB de los países. La caída fue espectacular y el crecimiento de las cifras de desempleo. A nivel global ha llegado a cifras desconocidas desde la Segunda Guerra Mundial.
Aun si la recesión mayor conduce este año a una recuperación en forma de U, una Grandísima Depresión en forma de L la seguirá más adelante en la década, debido a algunas tendencias peligrosas. Estos eventos podrían afectarlo todo:
Deuda
Una de las tendencias es el déficit y los riesgos que llegan con este, como la deuda y el cese de pago.
La política para responder a la crisis del covid-19 conlleva un aumento enorme del déficit fiscal, del orden del 10% del PIB o más, en un momento en que los niveles de deuda pública en muchos países ya eran altos, si no insostenibles.
Esta problemática también se reflejará en la pérdida de ingresos de los hogares y de las empresas, con lo que las deudas del sector privado podrían, también, volverse insostenibles.
Potencialmente conduce a default en masa y bancarrotas. Junto con los niveles de deuda pública en aumento, todo esto asegura una recuperación menor que la que siguió a la Gran Recesión de hace una década.
Vejez
El segundo factor es una bomba de tiempo demográfica en las economías avanzadas. Sobre este punto es importante incrementar el gasto público a los sistemas de salud y forjar una atención médica universal.
Las sociedades envejecidas en los países desarrollados representarían otro reto a la hora de financiar estos gastos en el futuro, lo que podría desencadenar una deuda más grande en materia de sistemas de salud y seguridad social.
Deflación
La pandemia ha causado una recesión económica, pero también se ha encargado de estancar los bienes y el mercado laboral, ocasionando cifras de desempleo masivo.
Impulsa un colapso de los precios de los commodities como el petróleo y los metales industriales. Eso hace que la deflación sea probable e incrementa el riesgo de insolvencia.
Devaluación de las monedas
La devaluación monetaria sería el cuarto riesgo para los próximos años. A medida que los bancos centrales se esfuerzan por combatir la deflación y el peligro del aumento en las tasas de interés, las políticas monetarias serán más extrañas y extensivas.
En el corto plazo, los gobiernos necesitarán ejecutar déficits fiscales monetizados para evitar la depresión y la deflación. Pero con el tiempo los choques negativos de la oferta, debidos a la desglobalización acelerada y un proteccionismo renovado, harán que la estanflación sea inevitable.
Disrupción digital
La tecnología, un elemento que se volvió primordial durante 2020 y está tomando más fuerza actualmente. Se podría atravesar por una disrupción digital de la economía.
Además, la pérdida de empleos y la disminución en los salarios agudizaría las brechas de ingresos y riqueza en la economía.
El comportamiento de las empresas también se vería afectado, y en la búsqueda de protección frente a los golpes en la cadena de suministro, las entidades, principalmente, en economías avanzadas optarían por traer a mercados domésticos producción de regiones de bajo costo.
Esta tendencia acelerará el ritmo de la automatización, lo que ejercerá una presión a la baja en los salarios y avivará las llamas del populismo, el nacionalismo y la xenofobia.
Desglobalización
El proteccionismo podría afectar los mercados en los próximos años. China y Estados Unidos serían los primeros países en separarse, pero esto solo ocasionaría políticas cada vez más proteccionistas para proteger a las empresas y trabajadores. La pandemia acelera las tendencias, que ya estaban bastante avanzadas hacia la fragmentación.
Una vez que pase la pandemia habrá regulaciones más estrictas sobre la circulación de bienes, servicios, capital, trabajo, tecnología, datos e información. Una tendencia que podría estarse viendo desde ya con el sector farmacéutico, médico y de alimentos. Elementos primordiales durante una crisis como la actual.
Democracia
La tendencia se verá reforzada por la reacción contra la democracia en varios países del mundo en la época pospandemia.
En condiciones de inseguridad económica intensificada, habrá un fuerte impulso a convertir a los extranjeros en chivos expiatorios de la crisis. Los trabajadores industriales y amplios grupos de la clase media se volverán más susceptibles a la retórica populista, en particular a las propuestas de restringir las migraciones y el comercio.
China versus Estados Unidos
El presidente chino, Xi Jinping, utilizará las acusaciones estadounidenses sobre el origen de la pandemia para denunciar que Washington impide el crecimiento pacífico de su país. Eso intensificará el desacople chino-estadounidense en comercio, tecnología, inversión, datos y acuerdos monetarios.
Otra guerra fría
Existe la posibilidad de una nueva guerra fría en la que se involucren Estados Unidos, Rusia, Irán y Corea del Norte. Y la tecnología sería protagonista. La ciber guerra podría potencialmente llegar incluso a choques militares convencionales. En principio, el sector privado tecnológico de Estados Unidos se integrará cada vez más al complejo industrial de la seguridad nacional.
Medio ambiente
Finalmente, una problemática que ha empeorado con los años, y que podría traer más caos que una crisis financiera, se trata de el deterioro ambiental.
Recordando las epidemias que ha vivido la humanidad desde la década de 1980, como el Sida, el Ébola, el H1N1, y ahora el covid-19. Son desastres creados por el hombre, surgidos de los bajos estándares de salud y salubridad, el abuso de los sistemas naturales y la creciente interconectividad de un mundo globalizado. Las pandemias y los numerosos síntomas mórbidos del cambio climático se volverán más frecuentes, graves y costosos en los años por venir.
¿Qué hacer?
Conocer las causas, las consecuencias y las soluciones de crisis históricas como la de 1930 y, más recientemente, la de 2008 puede servir para dar una mejor respuesta a la crisis provocada por la covid-19. Hay acciones que pueden reducir o apaciguar estas problemáticas hacia 2030, entre esas la tecnología y un mejor liderazgo político.
De la Gran Depresión de los 30’s aprendimos dos cosas: por una parte, la utilización de políticas de búsqueda del equilibrio presupuestario público en tiempos de crisis agrava las consecuencias económicas negativas finales y retrasa la recuperación. Y, por otra, no ayudar a las entidades bancarias en la fase inicial para mantener el circuito de crédito produce la destrucción del tejido productivo empresarial casi en su totalidad.
La Gran Recesión de 2008 también dejó enseñanzas, la excesiva desregulación trae muchos problemas a largo plazo y los inversores no pueden delegar la supervisión de sus inversiones en terceras personas (agencias de rating, bancos de inversión), es una responsabilidad que deben ejercer, si no quieren ver desaparecer sus ahorros.
También, la vuelta temprana a la austeridad presupuestaria puede generar una recaída, como sucedió en la segunda fase de la crisis que inició en 2012. En cuanto a la prevención de futuras crisis, toda la supervisión macro prudencial será fundamental, especialmente, la que vigila el excesivo crecimiento del crédito tanto del sistema bancario como de la intermediación financiera no bancaria.
Hubo quienes apuntaban a que esta sería una depresión tan grande como la de 1929, pero afortunadamente, en la Gran Depresión de 1929 la caída del PIB en Estados Unidos hasta la posterior recuperación fue del 30%. En 2020 se ha producido una caída de la actividad económica mundial del 3,5%. Eso sí, la más pronunciada en las últimas décadas.
Las previsiones del FMI para 2021 señalan un crecimiento del 5,5%, aunque la dispersión de esta cifra por países es muy elevada. Para que esto sucediera, tendrían que coincidir dentro del mismo escenario sucesivas olas de contagio e ineficacia de las vacunas anticovid suministradas por la aparición de cepas más agresivas; una persistencia de la situación actual durante mucho tiempo, no parece un escenario probable.
Todo apunta a que la causa médica de esta crisis pueda estar resuelta a lo largo de 2021 y la recuperación se produzca a partir de 2022. Se espera un efecto rebote, sobre todo en los países mas afectados, pero este efecto se agotará pronto si no se dedican los fondos recibidos a reestructurar la actividad productiva de cara al futuro.
La utilización de la política monetaria por parte de los Bancos Centrales está cerca de sus límites pero es necesaria, aunque no suficiente para poder mantener la estabilidad financiera. Esta estabilidad tiene dos vertientes muy importantes, por una parte el mantenimiento de la liquidez del sistema bancario y, por otra, situar los tipos de interés, es decir, el coste de la financiación, tanto pública como privada, en rangos bajos.
La utilización temprana de la política monetaria es fundamental en la primera fase de la crisis financiera, para evitar que la crisis de liquidez se transforme rápidamente en una crisis de solvencia del sistema bancario y empresarial, y los costes sean más elevados a medio y largo plazo. Y esta pandemia que estamos viviendo ha causado una crisis de tal calibre que si desconectáramos la respiración asistida monetaria, el colapso podría ser total, tanto a nivel público como privado.
Las respuesta por parte de los diferentes bloques económicos
El impacto inicial ha sido asimétrico y se ha mostrado con intensidades diferentes según cada país, pero en la actualidad se ha convertido en un problema global generalizado, con la excepción de China, que fue el primer país en el que se desarrolló la enfermedad y ha sido el primero también en recuperar las cifras económicas de manera importante.
Las respuestas han sido rápidas y contundentes porque la magnitud del problema también lo ha sido, pero la aparición de nuevos brotes va a retrasar la recuperación, siempre que las vacunas consigan rápidamente la llamada‘inmunidad de rebaño’ y sean eficaces también contra las cepas que van apareciendo. La respuesta global ha logrado detener el pánico que inevitablemente se habría producido.
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