El capitalismo puede resurgir renovado, valiéndose de los adelantos tecnológicos, gobiernos y empresarios tienen, hoy más que nunca el control de las sociedades.
Para llegar a la época moderna hicieron falta varios eventos que marcaron un antes y un después, algunos violentos, como la caída de Constantinopla, considerada el fin de la Edad Media, sin embargo, otros hechos como la invención de la imprenta o el descubrimiento de América son considerados fundamentales para concretar la transición.
La modernidad se entiende como un cambio de mentalidad. La época del oscurantismo feudal fue reemplazada por la confianza en el progreso, la comunicación y la razón. Así pues, el surgimiento del método científico abrió paso a la Ilustración, con ideales progresistas de las sociedades.
Tiempo después vinieron los cambios, reacciones contra ese “espíritu racional”, encabezados por el Romanticismo, el Fascismo, las lamentables guerras mundiales y la tensión de la Guerra Fría.
Pero a finales del siglo XX el liberalismo político y la economía de mercado dejaron atrás a gobiernos autoritarios y otras concepciones socio-políticas. La caía del muro de Berlín y la desintegración de la URSS, la recuperación económica de Japón, la apertura china hacia el libre mercado y la modernización tecnológica, fueron eventos que respaldaron la efectividad del modelo, sin embargo, con la crisis inmobiliaria del 2008, la desconfianza se acrecentó.
Un relativo bienestar económico internacional, en conjunto con adelantos tecnológicos como el Internet 2.0, reforzaron las relaciones internacionales en el siglo XXI. El libre mercado aumentó las oportunidades laborales y facilitó el flujo migratorio y una interdependencia económica que benefició a las relaciones entre países.
En el plano científico, aumentó la calidad educativa y el avance científico. Ejemplos recientes son la inteligencia artificial, la ingeniería genética, la nanotecnología y una reaparición de la exploración espacial.
Las últimas décadas
Pese a todo, la explotación de recursos y el aumento de gases de efecto invernadero son motivos de preocupación internacional. Sin olvidar los abusos de Estados Unidos y sus aliados en medio oriente que provocaron una ola de terror encabezada por Al Qaeda y el Estado Islámico de Irak y Levante (ISIS).
En la última década regresaron corrientes nacionalistas y de extrema derecha populista en Europa, Hungría y Polonia; en América con los gobiernos de Donald Trump y Jair Bolsonaro. Por otro lado, China emprendió una carrera tecnológica mientras aumentaba la vigilancia sobre sus ciudadanos; y Rusia se acercó a países que alguna vez fueron parte del imperio soviético: Turkmenistán, Kazajtan, Ucrania y Bielorrusia.
Antes de que iniciara el brote de SARS-CoV-2, el mundo atravesaba fuertes discrepancias políticas. La izquierda en América Latina había decepcionado a sus electores y el caso de Odebrecht ponía al descubierto una larga cadena de autoridades corruptas. El bloque Irán-Rusia-China se erigía como una amenaza para los intereses de Estados Unidos, mientras Europa se desmembraba con el Brexit.
Ahora, con el COVID-19 y las medidas de distanciamiento se han hecho notar las diferencias sociales y ha despertado el descontento ideológico. Es sabido que las condiciones de vida de millones de personas son de una precariedad inaceptable. Para frenar el coronavirus es indispensable el lavado de manos y el aseo personal, algo imposible para cerca de 780 millones de personas en el mundo que no tienen acceso al agua potable.
Ejemplos sobran: Palestina en la Franja de Gaza, Siria, países de África, como Chad, Sudán, Etiopía, Congo, y otras, en pobreza extrema. En América Latina también existen amplios sectores de población en prácticamente todos los países que viven en la miseria. Además, los sistemas de salud ya eran deficientes, desde México hasta el extremo sur del continente.
Un nuevo capitalismo
Muy probablemente el capitalismo tome como impulso esta crisis y resurja renovado en una forma que en los últimos años se ha discutido en los círculos académicos, conceptualizada como el capitalismo de vigilancia.
Para entenderlo son claves los adelantos tecnológicos recientes. La Cuarta Revolución Industrial y sus avances tecnológicos, tecnologías de la información que permiten manejar grandes volúmenes de datos; la inteligencia artificial, la ciencia de datos, la Big Data, conectividad 5G y el internet forman parte de la Industria 4.0: un sistema que recolecta y procesa datos, capaz de proyectar eventos en tiempo real.
El capitalismo de vigilancia es una renovación del sistema económico, a través de una nueva modalidad informática, compañías como Google, IBM o Facebook, acceden a los datos de los usuarios y los transforman en materia prima que será procesada y vendida a otras empresas. El objetivo es desarrollar estrategias para modificar conductas sociales y estimular la compra personalizada.
En vista de que el distanciamiento social ha empujado a adoptar nuevas formas de trabajo en línea y a larga distancia, incluyendo las actividades académicas con el uso de plataformas digitales, países como el nuestro han sido empujados a considerar medidas para las que nuestra infraestructura no estaba preparada.
En países desarrollados como Alemania, Inglaterra, Francia, Estados Unidos o Chile, Brasil y Colombia, el capitalismo de vigilancia puede ser una opción tras esta crisis ya que ésta podría ser un catalizador para que las empresas tengan mayor acceso a nuestras vidas.
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