Un Troll Center es un grupo de usuarios organizados que buscan influir en las comunidades digitales, desacreditando a usuarios reales y generando controversia al introducir temas específicos.
Un troll es un usuario apócrifo de redes sociales (especialmente Twitter o Facebook) que tiene como objetivo instalar conversaciones en la comunidad digital, provocar a los usuarios objetivos, desarrollar críticas, burlas, comentarios irrelevantes hacia personas u organizaciones que estén en su mira. Por medio de diferentes cuentas generan un universo artificial de opinión pública.
Un Troll Center es un grupo de usuarios organizados que buscan influir en las comunidades digitales, desacreditando a usuarios reales y generando controversia al introducir temas específicos.
Para lograr sus objetivos, los Troll Center necesitan contar con una amplia cantidad de información, la cual obtienen de fuentes oficiales e inteligencia. Utilizan esta información para crear estrategias coordinadas y defender a sus clientes, generalmente figuras políticas poderosas que les proporcionan información confidencial.
Los Troll Center monitorean constantemente las redes sociales en busca de palabras clave que sirvan a sus clientes. Cuando identifican un tema que pueda perjudicar al personaje para el que trabajan en contra, atacan a los usuarios que comentan sobre el tema con comentarios irónicos u ofensivos, con el objetivo de provocar reacciones.
Incluso cuando no hay situaciones críticas, los Troll Center se dedican a criticar constantemente a líderes de opinión que no estén alineados con las ideas de sus clientes políticos.
Para ganar licitaciones en la función pública utilizan eufemismos como: “Plan de comunicación estratégico”, “Plan de comunicación estratégico para fortalecimiento comunicacional”, “Promoción y socialización con la opinión pública”, “Diagnóstico de los principales actores sociales”, “Análisis de los contenidos comunicacionales”.
Aunque adornados de florituras, los “Troll Center” cumplen una función específica: Defender “como sea” la imagen del político, partido político o cualquier personaje al que representan en las redes sociales.
Sus planes de acción comunicacionales van adornados de palabras como: “Interacción pasiva y activa”. Su capacidad de ser eficaces, está dada por la generación de contenidos, el monitoreo de redes sociales, la difusión del contenido que producen, la gestión de “comunidades” y la ubicación de los principales perfiles de líderes de opinión o “influencers” .
Aunque nadie puede estar seguro de cómo operan los algoritmos, estos programas eligen, clasifican y organizan los contenidos que recibimos supuestamente de acuerdo con nuestros hábitos de consumo declarados clic tras clic y mezclados con publicidad. Sin embargo, la realidad es diferente.
Como dice el refrán, “una golondrina no hace verano”. Para influir en las tendencias de Twitter y generar una distribución significativa de contenidos, es necesario coordinar miles de mensajes y cuentas. Es ahí donde entran en juego los troll center.
En estos casos, se puede identificar claramente la entrada de un contenido representativo en el sistema de flujo y un grupo de cuentas que trabajan para que se vuelva viral. ¿Con qué objetivo? Para garantizar una distribución mínima y tener un impacto cuantitativo en la dinámica del flujo. ¿Por qué? Porque al llegar a usuarios reales, se fomentan comportamientos que surgen de la acción masiva y no de impulsos individuales.
La lucha por la información actualmente no solo implica la creación de contenidos, sino también la capacidad de dirigirlos dentro de la red digital y generar corrientes o flujos.
Los números son alarmantes: un estudio realizado por las universidades de Carolina del Sur e Indiana estimó que la proporción de bots dentro de Twitter es entre el 9% y el 15% del total de sus usuarios. La cifra de aquellos perfiles controlados de forma automática estaba entre los 30 millones y los 48 millones.
Caso real en Argentina
P. trabajó varios años en una agencia que se dedicaba a la compra y venta de seguidores en redes sociales, y además a gestionar el contenido generado por esas cuentas. “Lo que hacíamos era comprar paquetes de cuentas. La vendía un ruso, y venían de dos maneras, un paquete básico con perfiles vacíos o paquetes más caros con cuentas con contenido incluido que daba la impresión de una cuenta real para que Twitter no las bloquee”, recuerda.
“Muchas de las cuentas eran creadas en China”, afirma. “No todo es automatizado, porque para evitar que la red social los penalice por crear muchas cuentas desde una misma IP, entonces contrataban a muchos chinos que creaban unas pocas cuentas”, relata.
El paso siguiente era darle el color local a las cuentas. “Acá lo que hacíamos era cambiar los nombres, argentinizar las cuentas, con imágenes muchas veces robadas, y después publicar con herramientas desarrolladas in-house de manera masiva como #MacriGato. Esa es la manera ‘cabeza’, porque también había servicios con redactores ad-hoc creando contenido personalizado. Y, además, podés programar a las cuentas para que hagan retuit a los contenidos que publiquen dos o tres influenciadores para lograr que un tema sea tendencia”.
“Todos saben que Twitter está ‘tocado’, que hay empresas que manipulan, entonces se usa con otra finalidad”, comenta.
En este sentido, Lorena Amarante, licenciada de la USAL y especialista en marketing online, menciona que refrenda lo dicho por P. “Hay muchas empresas dedicadas a apoyar causas, hashtags, de hacer crecer de manera fraudulenta las menciones e interacciones en redes sociales”.
Otra fuente que pide el anonimato, dice sencillamente que “cualquier actividad en las redes puede ser falsificada. Comenta que hay toda clase de personas que contrata este tipo de servicios, incluso famosos con muchos seguidores que quieren tener más. Y da cifras: 1.500 seguidores en Twitter cuestan 15 dólares; 10,000, 80 dólares, y después hay paquetes que mezclan redes sociales (las cifras pueden verse en una web que el entrevistado menciona, www.compraseguidores.com).
“Es importante hablar de estas cuestiones porque, aunque parezca una tontería, en el fondo el objetivo es manipular a la opinión pública, hacer creer que la gente piensa algo que no es así. La psicología ha estudiado que tendemos a acomodarnos a la opinión que creemos que es general”, argumenta el comunicador.
Si los usuarios digitales comprendieran la naturaleza de estas comunidades de cuentas apócrifas que se dedican a ejercer la figura de “Gánsteres digitales”, jamás responderían a ningún comentario. La mejor forma de responder a un troll es ignorándolo.