En los últimos días el Silicon Valley Bank enfrentó una crisis que representa un potencial riesgo para la estabilidad del sistema financiero estadounidense, con implicaciones potencialmente graves para el sistema financiero mundial.
En los últimos días el Silicon Valley Bank (SVB) enfrentó una crisis que representa un potencial riesgo para la estabilidad del sistema financiero estadounidense, con implicaciones potencialmente graves para el sistema financiero mundial.
Desde su creación, el SVB, se convirtió en el favorita del sector tecnológico estadounidense y se especializó en atender a empresas emergentes y a las firmas de capital de riesgo que las financian.
El SVB multiplicó su negocio durante la pandemia, y sus activos se triplicaron entre finales de 2019 y mediados de 2022 gracias a todo el dinero que las tecnológicas depositaban en sus cuentas.
En el momento de su colapso, era el decimosexto mayor banco comercial de EE.UU, con unos 175,000 millones de dólares en depósitos, con la particularidad de servir principalmente a empresas y ejecutivos del sector tecnológico, alrededor del 97 % de esos depósitos superaban los 250,000 dólares cubiertos por el fondo de garantía estadounidense.
El banco invirtió en los últimos años miles de millones de dólares en bonos a largo plazo aprovechando los bajos precios del dinero. Esa apuesta, habitualmente segura, se complicó con la subida de los tipos, que hizo caer el precio de esos productos de deuda pública.
Cuando una institución invierte en instrumentos de esta naturaleza en plazos largos, ante subidas de las tasas de interés, se presenta un fenómeno de minusvalía que hace que se registren pérdidas contables en esas inversiones.
Ante este fenómeno, el SVB declaró perdidas por 1,800 millones de dólares y un grupo importante de ahorradores acudieron a retirar sus depósitos, lo cual obligó al banco a salir a liquidar más posiciones, aumentando la materialización de la pérdida.
El SVB tuvo que vender la semana pasada una importante cantidad de sus bonos con pérdidas para poder obtener liquidez con la que atender las retiradas de dinero de sus clientes.
El movimiento del SVB asustó a los mercados y a los clientes, que corrieron a retirar su dinero, en especial después de que varias grandes firmas de capital de riesgo recomendaran a sus compañías sacar sus fondos del banco. Con una base de clientes poco diversificada y muy interconectada, la entidad sufrió una huida bancaria vertiginosa que forzó a los reguladores a intervenir y cerrar el banco para limitar los daños.
Este caso hizo que otros depositantes pusieran atención en bancos que en percepción enfrentaban una problemática similar e iniciaron corridas financieras en algunos de ellos. De no haber sido controlado el fenómeno, el contagio podría haber provocado una generalización de corridas en contra de más bancos y un descalabro del sistema financiero norteamericano con efectos sobre el sistema financiero mundial.
Tras hacerse con el control del SVB el viernes y buscar sin éxito su venta a otro banco, los reguladores estadounidenses optaron el domingo por garantizar todos los depósitos, más allá del límite estándar de 250.000 dólares por cliente, con el fin de contener el pánico y permitir a las empresas afectadas seguir operando.
Además, anunciaron un programa de emergencia para ofrecer liquidez a otros bancos con grandes cantidades invertidas en bonos y evitar que tengan que deshacerse de ellos con pérdidas, como le ocurrió al SVB.
Numerosos analistas y algunos políticos insisten en que, aunque distinto al de 2008, esto vuelve a ser un rescate de bancos que habían tomado decisiones equivocadas.
El desplome del SVB hizo que las acciones de la banca cayeran prácticamente en todo el mundo y que la cotización de varios bancos regionales estadounidenses se hundiese, disparando los temores a que pudiesen terminar también por derrumbarse.
Aunque buena parte de los analistas coinciden en que hay pocas posibilidades de que la actual situación derive en una nueva crisis financiera a gran escala, el caso del SVB ha añadido más nerviosismo a una coyuntura marcada por la persistente inflación y el temor a una posible recesión como consecuencias de las subidas de los tipos de interés.
Parecería que el pánico ha sido controlado, pero lo ocurrido muestra una vez más, lo frágil que ante entornos inciertos y volátiles pueden resultar las instituciones financieras, así como lo irracional de la conducta económica.
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